martes, 15 de enero de 2019

HOTEL

Resultado de imagen para hombre y mujer trotando de noche

HOTEL
Pedro Moreno Sarmiento
El tapizón rojo, largo como una cinta en el suelo, guiaba por el callejón del segundo piso del Hotel “El Manzano” y las puertas de los cuartos cuyas ventanas daba a la calle, me encaminaban al 208 que era el número de mi cuarto en aquel caro Hotel al que no hacía mucho acababa de llegar para una misión de trabajo.
Era ya muy entrada la noche y el cansancio y el stress del viaje hicieron que apenas pueda bañarme y caer rendido a la cama.
Que bien he dormido –me decía a mí mismo- enrumbando al gratuito desayuno que ansioso buscaba. Mantequilla en recipientes pequeños me hacía añorar la mantequillera grande de mi casa. Grandes jarras de yogurt, panes de diversos tamaños, frutas , el infaltable café, el azúcar en pequeñísimos envases de papel y los platos que vacíos pedían ser servidos con avidez.
¡Qué bien se duerme en este hotel! –me decía- y seguí con mis tareas encomendadas en un País que no era el mío.
Ya por la tarde en mi retorno al Hotel y sin tener con quien conversar, me regodeo con un buen baño de tina. En mi casa no tengo tina. Me parece raro estar en algo que me da la sensación de estar en un plato grande y ser yo la pieza de carne, quien sabe de un sancochado. Imaginaba la col a mi costado, papa, camote, un trozo de choclo y el agua tibia acariciando mi cuerpo que relajado pero solo era una agradable soledad.
No pude encontrar un cuarto con solo una cama, por eso tenía dos. Eran tan cómodas ambas que no sabía dónde dormir. Escogí la que podía levantarme con el pie derecho y apagué la luz, esperando que pronto amanezca para continuar mis labores. El sueño llegó rápido.
Un fuerte grito que solamente escuché yo, me despierta sudando copiosamente y casi temblando. Era una pesadilla. Una pesadilla de solo un grito. Una pesadilla sin historia. Un grito en la soledad de mis sueños.
Solo habían pasado 30 minutos desde que creía dormir – así me dijo el reloj despertador de mi cabecera- prendo el televisor para que las voces me acompañen en la soledad de mi cuarto. Luego lo apago y vuelvo a quedar dormido.
Tres fuertes toques a la puerta de mi cuarto hacen que me levante bruscamente con la idea de abrirla al que toca a esas horas de la noche. Abro la puerta y no hay nadie. Era otra pesadilla. Esta vez eran golpes, no era un grito. Al menos los tres golpes se acompañaron en mi pesadilla de tres ruidos.
Vuelvo a encender el televisor y ya no podía dormir. Tenía miedo de quedarme dormido y tripletear de pesadillas. Fue una mala, mala noche para un dormilón como yo. Culpé de ello a que había cenado mucho y me había caído mal el exceso. Siempre que como harto, antes de dormir doy un largo paseo para “bajar la comida”.
El suculento desayuno mañanero del hotel, para no gastar en almuerzo en una ciudad cara es lo más recomendable para cuidar los billetes. Una cosa muy ligera en el almuerzo y el plan era un té o una manzanilla antes de dormir para evitar las pesadillas.
Al regresar al hotel, me estaba esperando un amigo de mi País que se había enterado que estaba alojado ahí. Me dio un gran gusto y me dijo que me invitaba a un lugar especial donde se comía de lo mejor y no pude despreciar. Mas por la alegría de volver a verlo que por las ganas de comer. Pasamos una velada de lo más fraterna, recordando casos agradables y desagradables, recordando amigos comunes vivos y muertos. Tantas cosas vividas juntos que me hicieron olvidar la dieta nocturna antipesadillas que me había propuesto.
Nos despedimos con un gran abrazo y la promesa de que cuando vuelva le avise con anticipación para conocer la ciudad y los lugares que pocos turistas conocen, aparte de que ya me debía alojar en su departamento para ahorrar el hotel. Eso sí que me agradó. Y cada uno va a donde debe ir, con la satisfacción de una gran amistad perdurable aún en la distancia.
Nuevamente el ritual del baño en agua de tina tibia. Ya en la cama sentí el miedo de las pesadillas y dije no. Me vestí con la ropa más liviana que pude en una noche agradable y tomé la decisión de caminar donde sea para poder dormir sin pesadillas después de tanta comida con mi amigo.
Bajé al Lobby y salí a la calle a caminar, pero la oscuridad aunque clara de un lugar que no era el mío, me hacía dudar de caminar por esas calles solas y a altas ya horas de la noche.
Mejor me siento en la barra cerca de dos parejas que algo festejarían. Hasta que me dé sueño. Y ahí estaba yo. Solo con mi soledad y mi barriga llena.
En eso se aparece una mujer madura con facciones de joven, con su ropa de deportes y pide un agua mineral. Se sienta en la otra mesa cercana a la mía y como que saboreaba la mineral sin dulce que entraba refrescando su bello gañote, Era bella, antes seguro lo era mucho más. Seguía siendo bella, sin maquillaje ni ropa que realce su belleza. No le era necesario.
Le sorprendería mi soledad o mi necesidad de compañía. Buenas noches- me dijo- Buenas-le contesté- viene o va a hacer ejercicios –le pregunté-Voy a trotar por la costanera. Oiga pero a esta hora y sola debe ser peligroso. No –me dijo- los guachimanes de la zona me conocen y me protegen de cualquier cosa. Me gusta la hora porque así puedo dormir sin pesadillas. Oiga a mí me pasa lo mismo, por eso es que estoy haciendo hora para la digestión.
Acompáñeme si gusta. Nunca entro a este hotel, es la primera vez que lo hago porque estoy un poco deshidratada y a esta hora no hay donde comprar una soda. Bueno mire – le dije- yo hace tiempo no troto pero si camino largo, allá en mi País hay un parque que se llama Campo de Marte, en el cual doy 3 vueltas a paso largo, cada vuelta es de dos mil metros o sea camino 6 Kilómetros. Como no conozco por acá le agradecería me permita acompañarla porque cuando como bastante por la noche, me da pesadillas muy fuertes que me levanto con sobresalto y muy asustado si no camino antes de acostarme. Anoche ha sido una de las más fuertes. Estoy alojado en este hotel.
Seguro está en el cuarto 208 –me dijo- claro, como lo supo –le dije- Bueno acá se cuenta una historia de ese cuarto. Hace tiempo cuando recién se iniciaba el hotel, un pasajero se hospedó en ese cuarto – y empezamos a caminar largo por el malecón- y tuvo un romance con la esposa de un obrero de por acá. Como este hotel es de lujo, la deslumbró a la chica, con obsequios y demás. Agua caliente en la tina, toallas grandes ,blancas y felpudas. La cosa que tuvieron un romance. El marido se entera va al hotel ,toca tres veces con fuerza la puerta, sale el hombre y lo mata, la mujer grita fuerte y también la mata. El traicionado asesino sale corriendo por este malecón y se mete un tiro por la boca y muere. Ese cuarto fue el escenario. –Seguimos caminando-
La mujer guapa ya me había asustado. Pero su sonrisa bella y sus senos que subían y bajaban con el caminar como que masajeaban mi susto y lo convertían en deseo. Bueno -le digo- si la mujer era guapa como usted, estoy dispuesto a morir –un piropo ligh- y nos olvidamos y caminamos, caminamos, era agradable, muy agradable. Terminamos la caminata, le invité a tomar soda para hidratarmos. Recordé haber comprado unos aretes de plata en forma de abeja para mi esposa. Los tenía en el bolsillo y con muchísimo gusto se los obsequié. Hasta permitió que se los coloque en sus seductoras orejas. Me dio su número telefónico. Cuando regreses, llámame para trotar juntos en un parque cercano que te va a gustar -me dijo-.
Le di un lujurioso beso en la mejilla izquierda y salió del hotel  con cara de contenta. Más contento estaba yo, con la barriga baja, la alegría de haberla conocido y con el sedeo de soñar con ella me quedé profundamente dormido, hasta que esa madrugada me recogieron para el aeropuerto y un fuerte y largo suspiro se quedó con ella.
Hoy después de un año he regresado al mismo hotel, pero no estoy en el cuarto número 208-está ocupado- he llamado al número que ella me dio. No contesta nadie. Ni suena. Salgo a caminar por la noche –a ver si la encuentro- Un guachimán me dice que si la recuerda, porque hace como un año, su esposo la mató porque le contaron haberla visto salir del Hotel a altas horas de la noche, con unos aretes en forma de moscas que él no le había comprado. Lo hizo por celos. Luego también se disparó. Dos cuadras más allá en el malecón hay una crucecita, lugar donde murió.
Pedro Moreno Sarmiento