En un mar de fideos nadaba
una hermosa sirena de laguna. Enredaba su cola azul en el queso blanco que la
acariciaba como a mí me hubiera gustado acariciar. Su leve chalina abrigaba su
garganta que a mí me hubiera gustado besar. Sus suaves manos agarraban el
tenedor como a mí me hubiera gustado que me agarre. Su vos suave arrullaba mi
lasagna como a mí me hubiera gustado ser arrullado. Comer con ella aumenta mi
apetito de comerla con hueso y todo. Su alma incluida.
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