LA PAPAYA
Ya pasado el
mediodía con su sol fuerte y ardiente, decidió sembrar una planta de papaya que
le había enviado un amigo desde Huánuco. Tomando la lampa y el pico por lo duro
del terreno, tomó la planta que ya crecía un metro de altura y cuyas raíces
estaban cubiertas por una bolsa negra de plástico empezando con la siembra de
una fruta muy agradable.
Transpirando por el esfuerzo, el sonido de la lampa terminando la siembra,
se confundió en el silencio del jardín con una suave voz que venia no sé de
donde y escuchó claramente decir: gracias. Entonces, la lampa asustada cayó de
sus manos encima del pico que haciéndose el desentendido yacía en el suelo. Era
la vos de la planta que le decía:
-Permítame presentarme. Soy la papaya, una fruta tropical, algunos me
llaman melón de árbol, otros, mamón, zapote y otros, simplemente árbol de la
buena salud. Tengo propiedades laxantes y combato el estreñimiento por mi alto
contenido de fibra –seguía presentándose la papaya- calmo el dolor de estómago
debido a que poseo la papaína, poseo grandes cantidades de vitamina C y
refuerzo las defensas del organismo, mis semillas contienen la carpasemina que
ayuda a eliminar los parásitos intestinales, mi pulpa contiene vitamina A,
calcio y fosforo más B2 y niacina, mi jugo puede quitar manchas de piel y
mejorar eczemas o reacciones alérgicas.
Mi familia es de las caricáceas originaria de centro América, pero ahora me
cultivan en todos los continentes, en alguno de los cuales estoy relacionada
con la fertilidad.
-Bienvenida seas –respondió- luego de esa gran presentación no puedo más
que darte la bienvenida.
-En buena hora- respondieron los cardenales rojos que se mecían con un
suave viento de la tarde.
-Que no hable mucho y que crezca rápido, que florezca y que de frutos para
ver si es verdad, -En coro hablaron los geranios-
-Los pacayes tiernos dudaron y en voz alta dijeron: Bienvenida.
-Las gramas verdes y recién mojadas comentaron que nunca habían visto a una
planta de papaya, pero que planta es planta y ya veremos.
El sol de la tarde ya no calentaba como al mediodía, pero gustoso daba su
luz y miraba como si estuviera cerca, la reunión de las plantas y arbustos.
Desde la creación del mundo había dado energía a toda la vegetación del
planeta, pero esta vez le llamó la atención la manera en que se comunicaban
entre ellas, en la huerta nueva que ya empezaba a poblarse de vegetales que
buscaban un lugar para desarrollarse sin moverse de su lugar.
-¿De donde vienes? –Preguntó una planta joven de guanábana que luchaba
contra una invasión de caracoles que no la dejaban crecer-
-Vengo de la región de Huánuco –respondió la papaya- un lugar de buen
clima, con bastante agua, lejos de aquí. Nací en un almácigo del cual soy una superviviente.
Mis raíces tenían de límite una bolsa plástica que representaba algo así como
mi maleta de viaje, señal de que me iban a llevar a otro lugar para completar
mi desarrollo.
-No creo que hayas venido volando –comentó la ruda-
-Bueno, las plantas no vuelan, solo las semillas se esparcen o por los
pájaros o por los humanos que transportan la semilla o por el agua de los ríos
y acequias que bajan de las alturas para regar la costa; pero a mí me trajeron
en ómnibus, en el lugar de la carga. Con mucho cuidado porque solo poseo un
tronco sin ramas. Luego un humano me trajo de regalo a un amigo al cual me he
presentado y espero que este sea el lugar indicado para vivir.
-Te damos la bienvenida –Nuevamente y a coro dijeron los cardenales- pero
debes saber que en este huerto, todas las plantas somos jóvenes, no tenemos
mucho tiempo de haber sido sembradas, exceptuando a las flores que ya están floreciendo,
los frutales están completando su crecimiento.
-Es cierto –comentó la palta- yo aún no he florecido y el tiempo de
producción aún es largo, pero aquí el jardinero nos habla de mañana y nos
saluda planta por planta y eso nos hace felices de estar acá.
-Lo que dices es cierto-habló la yerba mala-
Una paloma que volaba buscando un charco de agua, se posó en el cardenal e
intrigada, preguntó: ¿Qué es lo que ocurre?
-Estamos dando la bienvenida a una nueva planta a nuestro nuevo huerto –
dijo la granadilla- y esperamos que al amanecer con el canto de las aves como
tú, nos alegren las mañanas, sobre todo las friolentas.
-Por eso ni se preocupen- respondió la paloma- tenemos un conjunto musical
de trinos mañaneros que todo el huerto se levantará con alegría.
Las plantas empezaron a murmurar entre ellas creando sonidos que se cubrían
unos a otros y ya yo se entendía nada.
¡Orden, orden! -Exclamó el hombre- debemos tener un orden para entendernos
–todos callaron- Vamos a ver. ¿Cómo creen ustedes que era el Paraíso terrenal?
¿Con qué plantas estaba sembrado? ¿Cómo se imaginan ustedes que era la flora
paradisiaca?
-Yo creo - habló el cardenal rojo- que en el Paraíso había un clima ideal
para el desarrollo de las plantas. Una eterna primavera. En consecuencia,
ningún vegetal conocía mal clima. Incluimos a las aves, los animales y el
hombre.
-De acuerdo .dijo el geranio- pero esa primavera también era para la yerba
mala-
-Qué pasó –pregunta la yerba mala- es claro que si había para todos,
entonces reinaba la justicia. Nadie hacia a los otro lo que no quisiéramos que
se nos haga a nosotros. Todos teníamos nuestro espacio, por tanto las plantas
malas nunca invadían el espacio de las buenas. Y todos en Paz.
-Bueno, y entonces qué pasó? –Preguntó la ruda-
-Yo también pregunto lo mismo –replicó el pacay-
El hombre se agarró la cabeza como pensando una respuesta y dijo: Dios expulsó
al hombre y su pareja del paraíso por desobediente.
-¿Qué culpa tenemos entonces las plantas? -Preguntaron en coro-
Yo creo –dijo el hombre- que en el Paraíso las plantas podían trasladarse
de un lugar a otro. Que efectivamente el clima era una eterna primavera. Pero,
la fruta prohibida tuvo que ser de un árbol. Por lo tanto, Dios expulsó al
hombre y a las plantas por ser sus cómplices. Condenó al hombre a trabajar para
vivir y a las plantas vivir sin trabajar pero sin movilidad. Pero al final todos
vamos regresar al Paraíso. Dios tiene que perdonarnos.
Todos los animales también regresarán. Pero la serpiente no lo sé.
¡Apúrate, que ya es hora de ir al trabajo! –una potente vos llama al
hombre- En ese momento desea ser una planta. Aunque sea yerba mala.
Q:.H:. Antonio López y Reyes
No hay comentarios:
Publicar un comentario