lunes, 30 de mayo de 2016
No me pidas
No me pidas, ni me des. No me pidas porque ya te he dado todo lo que de amor tenía. No me des,porque al darte todo, ya no necesito nada y me doy cuenta que mi nada también te quiere.
Pedro Moreno
domingo, 29 de mayo de 2016
Desfile en plaza "La Bandera"
Neftalí:¿tú sabes quién es Melquisedec?- pregunta Antonio- Claro que sí –responde Neftalí- Es el Rey de Salem al cual Abraham le dio el diezmo luego de regresar victorioso de la batalla contra los Reyes. Se dice que es el increado, es decir no tuvo ni padre ni madre, ni principio, ni fin, para él no existe el tiempo, por eso se puede presentar en cualquier momento, tanto en el pasado como en el futuro. Yo creo que él vive en la cuarta dimensión. Algunos autores dicen que es el mismo Jesucristo. La teofanía hace que Dios se presente o materialice en la humanidad (se humanice) cuando lo tenga a bien.
Bueno, mira, anoche soñé con ese Rey sacerdote y me comunicó que va a encarnar el domingo 12 de Junio en la Plaza “La bandera”-cuenta Antonio- porque quiere sentir esa fuerza fraternal que un ángel fuerte le ha contado se realiza cuando desfilan los masones en el izamiento de la bandera. Quiere ver los banderines con la escuadra y el compás, a los HH:. Con sus atuendos y joyas y correctamente presentados para enfrentar cualquier batalla contra los insidiosos. Quiere constatar personalmente como humano que la bandera sea conducida totalmente extendida y que no vaya a pisar ni tierra ni agua.
Se va a poner su mandil de “color Luz “y va a estar a la derecha y cerca de nuestro G:.M:. César. Quiere ver si cierto es el poderío que el ángel le ha contado de los masones.
Hay que avisarle al MRH Elí que es el encargado para que le tribute las baterías que le correspondan. Seguro que no me va a creer. Bueno ya veremos.
Mejor que haya sido un sueño –comenta Neftalí- imagínate si va a los talleres y se da cuenta que los sacos de beneficencia están anémicos, que va a decir.
Bueno, mira –concluye Antonio- yo sí creo en los sueños. Yo creo que debemos ir en cantidad como todos los años, para demostrar a la sociedad que los masones no nos escondemos, que no le debemos nada a nadie (salvo quien sabe a Ripley o Saga) pero moralmente a nadie. Creo que va a asistir el Sacerdote Rey Melquisedec con su mandil de color luz y como continuación del desfile, nos va a brindar un “desayuno refrigerio espiritual “que ningún masón se debe perder.
¿Será solo un sueño?
Demostremos la FUERZA de la masonería ¡VAMOS TODOS AL DESFILE EN LA PLAZA LA BANDERA! El domingo 12.
V:.A:.H:.
__._,_.___
domingo, 15 de mayo de 2016
El segundo piso
Escúchame Oh gran poder
del universo. Así como escuchas al grande y al chico. Tú que cantas y bailan
las estrellas. Tu en quien nacen y mueren todas las cosas. Has que mi corazón
no la quiera tanto, porque ya no cabe en el universo por ti creado. Salvo que
construyas el segundo piso.
Pedro Moreno
viernes, 13 de mayo de 2016
El siete leches
EL SIETE LECHES
El sol ya había pasado
el mediodía. Habíamos almorzado. La arena de las dunas bajaba la temperatura
calurosa de un día normal en nuestro
barrio. El termómetro de nuestros pies descalzos nos indicaba que había llegado
la hora. Los silbidos de los labios infanto-juveniles llamaban a jugar el
partido de fulbito-arena.
La cosa era jugar sin
zapatillas. Todos sin zapatos ya que algunos no podían comprar, de manera que
para igualar se jugaba sin zapatos ni zapatillas. Era agradable el contacto con
la arena tibia de sol, como si alguien temparara la cancha. Solo que a veces
encontraba nuestra suela de carne con alguna espina o un pedazo de vidrio. Pero
era muy raro.
La calle que no era calle,
era como una protuberancia en una calle sin asfalto. Pura tierra. Seguramente
fue un proyecto de plazuela. Muy rara vez pasaba por ahí un carro, los camiones
de baranda de vez en cuando, llegaban vacios después del trabajo. Eran dos los
propietarios que vivían en el mismo barrio y cuando pasaban, lo hacían como
pidiendo disculpas por interrumpir. Era un barrio en la periferia de una ciudad
calurosa, sin agua potable, ni luz eléctrica (la era del lamparín).
En ese lado ancho de la
calle que no era calle, era el escenario de ardorosos paridos de fulbito
callejero, que tenia por arco dos piedras o algún adobe o ladrillo que había
quedado de alguna de las pocas construcciones que en esa época se hacían. No se
usaban camisetas. Todos los jugadores nos conocíamos. Los mejores eran los
capitanes que escogían luego de un sorteo. Era un honor pelotero el ser
escogido en primer lugar y se armaban los equipos. Los arqueros eran los que no
sabían jugar y los últimos en ser escogidos. Algunos que sobraban, se lamentaban
y se sentaban a un lado.
Las tribunas
generalmente llenas de adultos que no tenían otro entretenimiento veian el
partido con verdadero interés, sentados en adobes o ladrillos que podían
encontrar o por ultimo sentados en el suelo. De verdad lo disfrutaban. Y de
cierto os digo, que jugábamos muy bien en esa época.
De vez en cuando
,desafiábamos al barrio vecino e íbamos en mancha (con barra y todo).Ahí si
jugábamos a dinero. El que gana se lo lleva. Lo “casaba” (guardaba) la señora
de más autoridad del barrio vecino. Era un gran honor “casar” el dinero. Una
especie de Ley. El que gana, gana y ella definía cuando había discrepancias.
Claro que había discrepancias y se armaba unas broncas que ya no ya. Pero al
final terminaba en un pequeño refrigerio, generalmente de pan con huevo y
limonada. Los mayores tomaban cerveza como si hubieran jugado y la sed los
consumiera. Las señoras en el mercado del día domingo comentaban las
ocurrencias como si fuera una novela y continúa y continúa.
El local del sauna estaba
casi vacío. Le gustaba ir los lunes al mediodía, porque a veces él era el único
y sentía que el cuarto de sauna húmedo y el seco eran de él. Con sus sandalias
de color negro, cubierto solo con un trapo blanco amarrado a la cintura,
esperaba sudar copiosamente y relajar sus preocupaciones en esta tarde de
sauna.
Pero no estaba solo. Un hombre como de su adulta
edad, totalmente canoso, panza y bigote, serio y con cara de muy pocos amigos,
sudaba ya cuando el empezaba y no le importaba si entrara el que entrara. A él
también le daba lo mismo.
El humo del calor
desdibujaba su figura cuando aumentaba la temperatura. De pronto mirando al
suelo ve los pies del canoso y recuerda haberlos visto. Será o no será.
Empezó a recordar aquel
partido de joven-niño en el barrio vecino. Casi nunca fauleaba a ningún
jugador. Esa vez le dolió el codazo del cholito blanco que hasta ahora le duele
y la reacción que tuvo al meterle un puñete en la cara. Se armó la bronca y en
algún momento, los dos sin zapatos, patearon a la vez y como que se
entrelazaron los dedos de ambos en una feroz patada y ambos dedos centrales de
sus pies desnudos se levantaron hacia
atrás, se rompió la piel de los pies de ambos contrincantes , empezaron a
sangrar y pararon la pelea. Una señora que se dio cuenta de la sangre los
auxilió a los dos. Los llevó cerca del pozo de agua, les enderezó los dedos,
les aplicó una gasa que hizo de tela de araña, les puso una media de uno de sus
hijos y cada uno para su sitio. A él lo llevaron cargado a su barrio y encima
su mamá le metió su tanda, pero suave nomás .Ya tenía bastante con el dolor de
dedo.
El dedo le quedó
doblado a la derecha y al cholo blanco hacia la izquierda. Así le contaron los
del barrio vecino. Nunca fueron amigos. Las veces que se cruzaron siempre lo
hicieron con recelo.
Era un cholo blanco y
en su barrio le decían “el siete leches”. Todos eran cholos, menos él y su papá
también era cholo. El sabía que a él no le gustaba que le llamen así y varias
veces se había trompeado por ese motivo.
¿Será o no será?
En eso entra el
encargado a cambiar el eucalipto. Por favor salgan un momento. Entonces fue el
cholo blanco que preguntó : señor disculpe que le pregunte ¿qué le pasó en el
dedo del pie?. (También se había dado cuenta) Eso mismo le iba yo a preguntar
por su dedo. No me digas-dijo nomás- ¡Tu eres “el Cholo Antonio! “–asi con
fuerza- y tu eres: “El Siete… Leches!-la última palabra despacito- y se
abrazaron fuerte y recordaron y recordaron.
Q:.H:. Antonio Lopez y Reyes
El lado oscuro
EL LADO OSCURO
Era el que cuidaba al
sol. Que nunca se apagara. Que siempre alumbrara, que esté en movimiento, que
nunca deje de dar luz. El nunca dormía, no tenia cumpleaños, no envejecía,
nunca comía, era el cuidador del astro. Pero no tenia alas, no las necesitaba
¿A dónde volaría? Y así sin conocer de sabores, tampoco respiraba. Solo el sol
y solo el sol. Esa era su tarea.
Solo él y su tarea de
luz. Pero sentía algo. Algo que no sabía qué. Eso que nadaba en él, que le
producía algo nuevo. El sol seguía ardiendo de luz. El sentía que no ardía su
deseo de no saber qué. Que raro –se decía- si no hay más que yo y el sol.
Se asustó al ver un
rayo negro que salió del sol. ¿Qué es eso? –se preguntó- puso el mantenimiento
en automático y siguió a ese rayo negro que nunca había visto. Que bello es
–dijo para sí- yo quiero uno. Es bello. Ahora sentía algo diferente: se había
enamorado del rayo negro y lo seguía embelesado.
El rayo negro y él,
caen en un planeta alumbrado por el sol. Busca y busca y el rayo negro no está.
El planeta gira y ya no es un rayo. Es todo negro y se llena de negrura y ama
la negrura. Nunca había visto eso. Ahora cree que tanta luz ama la oscuridad y
sigue buscando al rayo negro. Y el sol sale y se esconde y asi, asi y no
encuentra al rayo oscuro que busca.
La luz y la sombra
pueden existir juntos? –se pregunta- y una vos le contesta que no. El que es
luz es luz y lo oscuro es oscuro. Y se lamenta.
El rayo negro que ha
caído, siente al verlo que ama la luz. Pero una vos en el aire le dice que no.
Dos no en un mundo de
luz y sombras. Una luz y una sombra que se atraen, pero que nunca van a estar
juntos.
Eso somos tu y yo –así
hablaba un hombre triste a una mujer triste- que se reencontraban después de
muchos años.
Recordaban la alegría
juvenil de su enamoramiento, sus bailes de yunza, sus sueños juntos debajo de
una planta de mangos a la luz de la luna, el alumbrar con una misma vela las
procesiones de su barrio. Los carnavales, los globos y serpentinas, las
primeras imágenes del televisor, el hombre en la luna, los cuadernos sin forrar
y los libros del colegio. Todo eso y más pasaban por sus mentes como el rayo
negro que cayó del infinito y ya no tiene más luz.
Tú crees que no hay
forma y yo también. Siempre nos hemos atraído, pero nunca hemos podido estar
juntos, o por los estudios o por el trabajo, algo siempre nos ha separado. La vida es esa vos que nos dice
que no es posible. ¿Resignación? –Dice ella- el hombre calla y piensa -¿algo se
puede hacer?- y no es siempre no.
Ella recuero haber
leído en alguna parte que “ un pez y un pájaro se pueden casar, ¿pero dónde
vivirían?.
Cuando se separaron la
primera vez fue cuando ambos salieron de su barrio para estudiar, lejos uno del
otro. Creyeron que lo que tuvieron había muerto por la distancia y creyeron
enamorarse de otros jóvenes.
Cuando se volvieron a
encontrar se dieron cuenta que nunca se olvidaron y regresaron. Luego por
trabajo les pasó lo mismo. Pero esta vez ambos se casaron y entonces ya como
que se olvidaron. Juraron que fue así. Fue mentira.
Los nombres de sus
hijos fueron los suyos sin que supieran sus parejas. Los sentimientos no tienen
nombre y ya se olvidaron.
El aire de tormenta y
la lluvia que caía horizontal empujada por el fuerte viento, las ramas de los
arboles caían desgajadas por el temporal, los semáforos de la calle se
balanceaban de cabeza y el alambre que los sostenía pedía ayuda que no llega y
cree que se cae y de verdad se cae dejando sin señal a ese cruce. Tormenta en
Buenos Aires.
No es su ciudad, solo
está en un congreso de estudios. “La
posada del Inka” así se llama su alojamiento, por lo de Inka la eligió (Un Inka
en Buenos Aires) El desayuno es gratis y baja presuroso y con hambre. La ve y
sabe que es ella, no ha cambiado, se le quita el hambre y quiere huir (de su
pasado) de ella y de él. Pero ya es tarde, -también lo vieron- y avanza sin
querer. Ella deja la taza caliente que se enfría y no sabe el por qué.
El silencio que habla
mucho, se acaba y conversan y conversan y recuerdan y recuerdan. Los recuerdos
arden cuando no se apagan del todo. El amor es amor, aunque la distancia de los
años lo separe. Y ya no van a los congresos que deben ir y se olvidan del tiempo,
de todo lo pasado y viven su presente como si nunca se hubieran separado.
Regresaron en el mismo
avión. Al llegar nuevamente con dolor iban a ir cada uno por su lado. Así con
resignación.
La tormenta se repite,
esta vez no caen las ramas ni vuelan los semáforos. Esta vez cae el avión y en
su caída se escucha como un trueno un beso cariñoso y luego, luego pasa la
tormenta.
El hombre ahora sigue
cuidando que no se apague el sol y la mujer que no se prenda la luna.
Q:.H:. Antonio Lopez y Reyes.
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