La luz que iluminaba la laguna que a otros les parecía un rio, no era la del sol. De qué sirve tanta luz si la gente no tiene ojos o los cierra por principio. Ni tan tenue como un amanecer ni tan fuerte como la del medio día sin nubes, pero suficiente como para observar el paisaje de la orilla como playa veraniega llena de bañistas. Pero no eran bañistas, eran almas desesperadas para pasar al otro lado de la laguna rio.
Solo una pequeña barca y un barquero aburrido, malgeniado, con una vara larga seleccionaba con displicencia al que transportaría. Todos suplicaban y mostraban la moneda con la que fueron enterrados como el sencillo para el micro. El barquero sufría de la enfermedad de las ideas tristes y se llama Caronte.
Para que apurarnos si de todas maneras llegaremos puntualmente a la hora de la cita con la muerte. Los masones no somos ignorantes indios americanos a los cuales hay que catequizar. Por el contrario estamos protegidos por Atenea diosa de la sabiduría decía para sí un masón nuevo. Cuando el espejo no refleje mi figura, siempre habrá una playa donde llegar. Tirare con fe el ancla de mi esperanza y subiré al otro mundo por la Escala de Jacob.
Pero el espejo refleja su figura con el smoking, regalo de su hermano también masón, su corbata de gato y su mandil. Su mandil que en el comienzo era blanco y puro, ahora está lleno de adornos y se sigue mirando en el espejo y saca pecho. Saldrá bonito en la foto. El sabe que el cuadrado del mandil representa la materia y el triangulo el espíritu y se sigue mirando orgulloso. Es él y su mandil. Pero algo ocurre y por un mal amarre se le cae el mandil. Como si tuviera la razón virgen, la desvirga y disfruta como loco el darse cuenta que la cinta que une y sostiene el mandil al cuerpo del masón es lo más importante. Si no se lo coloca, no lo puede usar. Sin Dios no hay nada. El GADU está representado en el mandil por esa cinta. Y se sonríe.
Solo el GADU que todo lo puede no tiene herramientas. Pero él entregó sus herramientas y dejó su cuerpo muerto en la arena de la vida.
La orilla está llena de almas suplicantes, implorando al barquero las transporte; este las ignora dirigiéndose al masón y lo observa como retejándolo. Verdaderamente eres un autentico masón, es claro que tienes el sello de agua en tu alma. El sello de agua del Masón es su mandil. La cara huesuda, de Caronte sonríe para sí ( ¿Habrá sido también masón?) y le dice: avanza con el pie izquierdo. Y caminó sobre las aguas hacia su destino.
Es un cuento a la memoria del R:.H:. Carol Meneses, que mora en el Oriente Eterno.
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