martes, 8 de mayo de 2012

Tony and Gato






Dos perros conversaban en un cementerio. Que banquete de huesos nos daríamos si tan siquiera salieran a tomar el sol. Sus figuras ya no se reflejaban en las lunas de los mausoleos de lujo que sus inquilinos ya ni se enteran porque solo están sus osamentas solas y desmineralizándose hasta polvo. El olor de huesos les llegaba al alma y ellos eran alma. Comeríamos todos menos los huesos de nuestro padrino. A propósito donde estará y por qué no habrá emprendido el viaje al tercer día de muerto, ya va como un año y no aparece, se habrá perdido y ladraron preocupados a dúo.
         Esos ladridos eran conocidos pero antiguos. Silbó con toda el alma –él era el alma- aquel sonido de cinco notas con las que solía llamar a sus perros.  Escucharon cual campana de entrada al colegio y corrieron desesperados para no llegar tarde, se abalanzaron, lo lamieron, gimieron de alegría, se revolcaron hasta cansarse, solo pararon cuando el perro grande le dijo que gusto de verte padrino ahora podemos hablar, los animales también tenemos alma y alma con alma se comunican. Hemos venido a buscarte padrino.
         El perro grande era grande de color plomo oscuro en el lomo y más claro en el pecho y las patas, no era de raza, la raza era él; su nombre era Tony y no se acordaba por que le había puesto ese nombre. El chico de verdad era chico, su madre había sido una perra de raza chica, lanuda y de pelo ondulado, blanca, la camada fue de cuatro, tres hermanas robustas, lindas y de pelo ondulado, todos querían una a él nadie lo quería, nació chiquito de pelo trinchudo grueso y pegado al cuerpo, mas parecía un gato que un perro, se quedó en la casa y se llamó gato.
         Recordaron y recordaron, las caminatas por las chacras, las noches de estudio, las primeras borracheras, los grandes amores y decepciones, las promesas cumplidas y las no cumplidas como aquella cuando con voz ceremoniosa como empezando un discurso en noche de luna agarraba la patita izquierda de cada uno  y decía luna lunita llévate esta patita. Luego les explicaba que era un secreto para que viajen, que los llevaría con él a los Estados Unidos . Tony and Gato, les decía, tienen que aprender el inglés –con sonido americano-paga que se casen con unas pegitas amegicanas gubias como la Monroe. Ellos soñaban con sus perras de colas  rubias, de buen cuerpo, el grande soñaba con Lasie y el otro había visto una poodle con una mirada dormilona que le despertaba el deseo. Recordaron. Hasta que los sacrificaron por haber sido mordidos por un perro con el mal de rabia cuando su padrino estuvo de viaje. Ya no quiso tener más perros y no tuvo.
         El día de su sepelio les contaba a sus perros, en el momento de poner la lápida en su nicho, cayó parada una rosa roja con dos hojas y las espinas hacia abajo en la vertical izquierda del nicho. El albañil la tapió en esa posición. Una mano femenina la lanzó. Al tercer día no pudo empezar el viaje por que su alma  quedó enganchada por el talón de Aquiles de su pierna izquierda en la espina de la rosa parada y tapiada en su nicho. El amor con que fue lanzada y la posición en que actualmente se encontraba, la rosa lo retenía en este mundo y no sabía cómo zafarse de ella. El no podía sus perros tampoco.
         Todos los 15 de cada mes viene Mery, se pone de espaldas al nicho y como una novia que tira el bouquet para el que lo agarre sea el próximo en casarse, apunta a mi nicho y de espaldas apunta, algunas veces le da otras no. Dice: aún muerto te amo y luego se va. Es Mery y su ritual.
         Padrino, no entiendo dijeron en coro, la voz del grande anuló la del chico y siguió comentando, todo lo que te hizo sufrir, siempre dijo no quererte, los desplantes, desamores, rechazos, y tú ahí queriendo a quien decía no quererte. Todo lo que hiciste, hasta cambiaste de religión por ella padrino.
        Mediodía del 15 de Agosto , Mery cumple su ritual y se aleja bamboleando las caderas que nunca se dejó tocar, sus zapatos de medio taco al chocar con el piso de ladrillos rojos del piso del cementerio iqueño no le quieren decir a donde la llevan y se fue.
       Ya no la quiero es cierto – empezó a recitar- los perros no le creyeron y el tampoco. Ya era noche, las almas no usan reloj pero esa noche hubo un movimiento que se sintió hasta el alma. El terremoto en Ica. Muchos nichos se cayeron, otros se rajaron. Padrino tu lápida se ha rajado y la rosa ha caído, esta libre. Arranca padrino, ha muerto mucha gente, el camino va a estar congestionado, muchos se perderán.
       Cuentan que los iqueños que pedían  se detenga el cataclismo, esa noche vieron una luz roja y escucharon unos ladridos que subían al cielo con la luz
        Lo que no saben es que era un alma que llevaba en una mano el alma de Mery, en la otra sus herramientas y una rosa roja enganchada en el talón del pie izquierdo que brillaba como un lucero rojo que guiaba como un faro a todos los que fallecieron ese día. El ladrido de los perros anunciaba el viaje como los llenadores en los micros. Y partieron.
Es un cuento.


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