martes, 8 de mayo de 2012
Las Herramientas
¡Tía: una porción de picarones!.
- Hola sobrino, que gusto de verte. Hace tiempo no vienes por acá. Cuando eras
estudiante venias seguido. Me dijeron que estás trabajando en Lima. Que te
vieron desfilando con los masones en la Plaza de la Bandera. Que los masones
estudian cosas que nadie conoce y que tienen herramientas. Los curas dicen que
son gente mala. Que adoran a un Arquitecto o será a un Ingeniero. Que filosofía
es esa.
- Tía, tú me conoces y sabes que todo eso yo no soy. Tampoco soy filósofo, pero
te voy a contar un cuento:
Había una vez un albañil que construyo y construyo durante la semana y el sétimo
día quiso descansar. Miró sus herramientas con agradecimiento También ellas
estarían cansadas. Pero no, su sorpresa fue grande. Sus herramientas eran
eternas, incorruptibles, inmortales, sin desgaste ni magulladuras, mientras más
las empleaba, menos se desgastaban, no se oxidaban, ni se deformaban, ni nada.
Entonces pensó que no sería justo hacerlas descansar sabiendo que el descanso
las perjudicaría, las enfermaría, desgastaría, envejecerían y finalmente
morirían.
Si él descansa, entonces quien las haría trabajar.
Tomó primero al palito – parecido al que usas para voltear los picarones en el
perol- que fue su primera herramienta. Era como una raya, la cual de acuerdo al
uso que quisiera darle, tomaba las dimensiones necesarias. Se agrandaba hasta el
infinito o se achicaba hasta el mínimo infinito, según sea necesario.
La segunda herramienta era una rosca – parecida al círculo de la masa del
picaron flotando en el aceite-, que al igual que el palito se agrandaba hasta el
infinito o se contraía hasta el mínimo infinito según para lo que se le
empleara. Eran al fin sus muy queridas herramientas.
Entonces les dio un soplo de vida, les concedió el libre albedrío, con la
condición de que no salieran del sistema denominado” el cuaderno”. Hasta que el
despertase y así fue.
Mientras la rosca y el palito trabajan incansablemente en el cuaderno, todo era
felicidad. Pero un mal día por curiosidad salieron del cuaderno y empezaron a
desgastarse. Entonces con la finalidad de esperar el despertar del constructor,
se unió el palito con la rosca e hicieron muchos palitos y roscas. Se
reprodujeron.
Eso creó que el palito grande quiera torcer al chico. Algunas roscas tomaban la
forma de un ocho. Otros palitos parecían una z de torcidos. Luchas de palitos
contra palitos, roscas contra roscas. Algunos palitos querían ser roscas y
algunas roscas querían ser palitos Todos contra todos. Y enfermaban y morían.
- Sobrino, que malos esos palitos y las roscas-
-Bueno, entonces cansados de tanto caos los palitos libres y de buenas
costumbres unieron sus corazones y crearon dos grandes herramientas: la escuadra
y el Compás, para tratar de enderezarse ellos mismos y a los demás, incluyendo a
las roscas. Con la única idea de regresar al cuaderno mientras despierta el
constructor.
- Sobrino, esos palitos sí que son buenos.
- Ya, tía el asunto será cuando despierte el albañil de su largo Domingo y vea
el desbarajuste que han causado sus herramientas. Por eso los palitos libres y
de buenas costumbres tienen que hacer todo lo posible para enderezarlos y
mostrarles el camino de regreso al cuaderno.
- Ya entendí sobrino. Cuando vuelvas tráeme a esos palitos. Haré un cierra
puertas en la picaronería. Dos por uno.
-Gracias Tía, pero en la masonería nos aseguramos de que cada uno reciba su
salario.
Es un cuento dulce
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario